Ciudad de Zamora

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Allá en tierra leonesa
un rincón se me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora la bien cercada;
de una parte la cerca el Duero,
de otra peña tajada;
del otro la morería.
[…] Romance de Doña Urraca

Historia de la Ciudad de Zamora

La Ciudad Medieval

En la margen derecha del río Duero, sobre grandes peñas tajadas, levanta sus murallas la Muy Noble y Leal ciudad de Zamora, título que le fue otorgado por el rey Enrique IV de Castilla, mediante Privilegios del 20 de junio y 1 de julio de 1465 y 9 de marzo de 1466, y que define muy bien su hidalga presencia en la historia.

Ciudad de Zamora. Puerta de Doña Urraca Ciudad de Zamora. Puerta del Obispo Ciudad de Zamora. Catedral

Los orígenes de la ciudad son remotos y por ello oscuros. En los dudosos confines entre las reliquias arqueológicas de la prehistoria y la documentación escrita se halla la oposición de los habitantes celtiberos a ser conquistados por Roma, que tuvo en Viriato el símbolo de la resistencia interior. La leyenda lo ha hecho hijo de estas tierras lusitanas y, desde tiempos inmemoriales, la ciudad de Zamora lo inmortalizó en su heráldica. En ella, el brazo firme del guerrero sostiene la bandera de la ciudad, la Seña Bermeja, compuesta por ocho tiras rojas que representan las ocho victorias obtenidas por Viriato sobre diversos pretores y cónsules romanos, y una banda verde esmeralda; banda que el Rey Católico colgaba sobre su hombro y que colocó coronando la Seña Bermeja en marzo de 1476 en recompensa y reconocimiento de los auxilios prestados por las mesnadas zamoranas en la batalla de Peleagonzalo.

De la época romana, ya que no muchos restos, queda el origen del topónimo que probablemente da nombre a la ciudad. Zamora aparece citada en el Itinerario de Antonino con el nombre de Ocellum Duri, los ojos del Duero, del cual deriva el nombre actual pues de Oceloduri quitada la O queda Zelduri y de aquí Zelmuri y Zelmora o Zamora.

A pesar de estos datos aislados, la oscuridad sobre los orígenes de la ciudad de Zamora es muy grande. Tras la pérdida de Hispania por el último rey godo, Zamora caerá en poder de los musulmanes y será durante las centurias octava y nona una de las ciudades más duramente disputadas entre moros y cristianos.

La reconquista confiere a la ciudad de Zamora un papel protagonista en la historia. En el año 893 el rey asturleonés Alfonso III, motejado el Magno, la repuebla con mozárabes toledanos y la fortifica convirtiéndola en el eje central de un rosario de plazas fuertes que convierten al gran río de la Meseta en frontera de una patria y una fe.

Un hecho bélico decisivo en la historia peninsular lo constituyó la jornada del 12 de julio del año 901. Junto al viejo puente, hoy en ruinas, el caudillo bereber Ahmed ben Muawiya, autoproclamado Mahdí o Profeta, fue estrepitosamente derrotado por el rey Magno haciendo de Zamora el nombre más execrado por los árabes, quienes perpetuaron tan dolorosa derrota en sus crónicas con la denominación de Día de Zamora o Jornada del Foso de Zamora. Para escarmiento futuro, las cabezas sarracenas pendieron de las almenas de la ciudad. La del célebre Mahdí, muerto en el combate, se colocó en la puerta Óptima de Zamora dando nombre a la empinada calle de Balborraz cuyo significado, Bab al-Ras, en lengua árabe es: Puerta de la Cabeza. Años después, a mediados del siglo XII, un escultor románico talló en la fachada meridional de la Catedral un busto, hoy muy erosionado, en memoria de aquella gesta militar.

La relevancia de la plaza de Zamora fue tal que durante el siglo X se convirtió en residencia y corte ambulante de los reyes leoneses. Zamora no era ya solo una ciudadela militar, sino también sede episcopal y una auténtica entidad urbana cuyo caserío se distinguía por una amplia pluralidad profesional, consecuencia de una importante actividad económica y jurídica sobre el amplio territorio que constituía su alfoz.

Ciudad de Zamora. Plaza de Sagasta Ciudad de Zamora. San Juan de Puerta Nueva Ciudad de Zamora. Calle Carniceros

El cerco de Zamora

El siglo XI la época cenital del pasado histórico zamorano. Los acontecimientos que se dieron cita en la ciudad, los relatos de las crónicas, las gestas y cantares del Romancero, las coplas populares y la imaginación de juglares escribieron su nombre con letras de oro en la historia de Occidente.

Fernando I de León, al morir, dividió sus reinos entre sus hijos: García recibió Galicia, Sancho II Castilla, y Alfonso VI León. Sancho II, sin embargo, trató de reunificar todos los territorios.

En 1072, la nobleza leonesa se reunió en la ciudad de Zamora en torno a la infanta doña Urraca en un último y desesperado intento de seguir manteniendo su independencia e identidad. Sancho II, tras haber derrotado a García y a Alfonso VI, sólo necesitaba tomar esta ciudad para lograr la reunificación.

La ciudad de Zamora resistió durante meses un duro asedio por las tropas castellanas. El cerco finalizó el 7 de octubre de ese año 1072 , cuando Bellido Dolfos, un noble que había salido de Zamora simulando ser perseguido y que había logrado ganarse la confianza del rey, le dio muerte con el propio venablo regio, mientras el castellano realizaba lo que la naturaleza pide y el hombre excusar no lo puede. Bellido regresó a la ciudad perseguido por el Cid, entrando por el desde entonces conocido como Portillo de la Traición.

Diego Ordoñez de Lara, un noble castellano, retó a la ciudad a la que acusó del magnicidio. La defensa del honor zamorano, celebrando una ordalía o Juicio de Dios en el Campo de la Verdad, la llevaron a cabo los hijos del noble Arias Gonzalo, tres de los cuales murieron en el empeño, logrando el último sacar del palenque a Ordoñez justo antes de expirar, salvando así el honor de la ciudad.

La historia, que dio lugar a la expresión no se ganó Zamora en una hora, quedó inmortalizada en la literatura, en el Cantar de Sancho y el Cerco de Zamora, las Crónicas o el Romancero.

Zamora

Apogeo y declive de la Ciudad de Zamora

A partir del siglo XII, la fisonomía urbana de la ciudad de Zamora se transforma ampliando el viejo recinto hacia el levante, rompiendo la fortaleza de Trascastillo. En estos espacios suburbiales y periféricos se asentaban artesanos, tenderos y obradores. Aprovechando el rico valle del Duero, en los arrabales se establecieron nuevas órdenes religiosas. Sin embargo, la construcción señera de la Zamora del siglo XII fue la Catedral.

En Zamora reconoció Alfonso VII la titularidad e independencia de Portugal en la persona de su primo Alfonso Enríquez. Con Alfonso IX los zamoranos se distinguieron en la lucha por la expansión del reino, hasta llevar las fronteras al río Tajo. Vuelve Zamora a tener primacía en el acontecer de la historia del siglo XV, al tener allí su corte los partidarios de doña Juana la Beltraneja y sublevarse los zamoranos a favor de los reyes Católicos; y durante el siglo XVI, en la Guerra de las Comunidades con su belicoso obispo Acuña.

Aunque el discurrir de los siglos siguientes no haya reservado nuevas glorias para la ciudad de Zamora, el pasado sustenta sobradamente el título de Muy Noble y Leal que le concediera Enrique IV de Castilla.

Guía turística de la Ciudad de Zamora

Este plano contiene los puntos de interés de la ciudad de Zamora. El impresionante conjunto de templos medievales que alberga la ciudad de Zamora, cargados de gran interés arqueológico y artístico, justifican, sin duda, el calificativo de museo románico que se le aplica.

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Gastronomía

La cocina zamorana siempre se ha caracterizado por el empleo de materias primas muy modestas que por ello necesitan de un condimento que las haga apetecibles y sabrosas.

De los guisos de antaño, los que tanto la tradición como el gusto arraigaron, han llegado hasta hoy como platos muy gustosos y de extraordinario valor los confeccionados con el típico moje, rojo fuerte y sabroso, a base de escogido pimentón, aceite de oliva, perejil y ajo, como la merluza al ajo arriero, el pulpo a la sanabresa y los bacalaos a la tranca y a lo tío (En las largas jornadas de los arrieros sólo se calentaba el moje. El bacalao se llevaba ya cocido. Virutillas de ajo bien frito y churruscado hacían de entremeses).

Y aunque no tengan tan renombrada fama, no son menos célebres otras materias primas como las rubias terneras alistanas, los tiernos cabritos al estilo dios nos libre, los corderos lechales, el tostón y el embutido, adobado según las fórmulas antiguas y hecho según los auténticos cánones del mondongo, además de otros platos como las sopas de ajo y el arroz a la zamorana, cuyo sabor proviene de la oreja, el morro y la pata de cerdo.

Toda la gastronomía zamorana está muy vinculada a la Semana Santa, tan arraigada secularmente en la Ciudad de Zamora. Nota de gran sabor y tipismo es observar el trajín de los obradores en las vísperas de la Semana Santa donde, según las antañonas recetas artesanas, se siguen confeccionando los dulces amasados con aceite: las doradas aceitadas y las magdalenas. También los rebojos, los dulces de almendras y las garrapiñadas. Y, el domingo de Resurrección es el momento del dos y pingada con tajada, el suculento plato compuesto de sabroso torrezno, de la opulenta rebanada del mejor magro de cerdo montada sobre un par de huevos fritos y acompañadas de la pingada o tosta de pan sofrito en la misma grasa; plato que sabe mejor con el carolo, la crujiente encetadura del mejor pan arollao, y con los vinos tintos de Toro o de los Arribes.

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Ferias y fiestas

La Ciudad de Zamora mantiene aún muchos de los rasgos recogidos del mundo rural, tan cercano. Obligado es citar su Semana Santa, fiesta mayor de todos los zamoranos de la capital, que no sólo en las fechas de su celebración, sino durante todo el año, antes y después, es tema permanente de preocupación y de conversaciones entre amigos. Su reconocido prestigio la ha elevado a la categoría de fiesta de interés turístico internacional.

Además, es necesario resaltar las afamadas fiestas de San Pedro, donde se pueden ver productos salidos de los primitivos alfares de Sayago y Aliste, en la anual Feria de la Cerámica, o los hermosos ajos cultivados en la provincia, en la Feria del Ajo.

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Un Plus…

Desde la ciudad de Zamora pueden realizarse interesantes excursiones.

La Ruta de Tierra de Campos, siguiendo la carretera C-612 hasta Villalpando, es una ruta de notable interés por sus amplios horizontes salpicados de palomares, pequeños pueblos con imponentes torres y dos lugares que merecen una detenida visita: Villalpando y las lagunas de Villafáfila. Villalpando es destacado enclave de la arquitectura románico mudéjar. Las lagunas de Villafáfila conforman un área de especial importancia como reserva ecológica para muchas especies de aves que allí invernan, además de servir de escala y descanso en los viajes migratorios de otras especies.

La Ruta de San Pedro de la Nave parte de la ciudad de Zamora por la carretera de Alcañices. A 12 Km. una nueva carretera conduce hasta la localidad de Campillo, donde se encuentra la iglesia visigótica de San Pedro de la Nave, del siglo VII y uno de los primeros templos de la cristiandad. La iglesia constituye una joya casi única del estilo visigótico. La decoración que ofrecen sus frisos y capiteles es de extraordinaria belleza.

Ciudad de Zamora. Puerta Sur de la Catedral Ciudad de Zamora. Capitel de San Claudio de Olivares Ciudad de Zamora. Puerta Meridional de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva