Santa Iglesia Catedral de San Salvador
Siglos XI – XVII
El edificio de la Catedral debió de alzarse sobre la fábrica preexistente de San Salvador tras la restauración de la diócesis salmantina bajo los designios de Jerónimo de Périgord (1102 – 1120). La desaparecida cabecera románica del edificio fue alzada durante el largo episcopado de Esteban (1149 – 1174), siendo consagrado en 1174. De homogénea construcción, posee tres naves de cuatro tramos y crucero.


En el centro de la nave principal se sitúa el coro, con importante sillería en madera de nogal. Realizado a principios del siglo XVI sus relieves recogen los más variados temas de la escuela flamenca y borgoñona, con tendencias italianizantes. De la misma época es la reja que lo cierra.
A ambos lados del crucero se hallan dos retablos importantes: en el del lado del Evangelio se encuentra la soberbia imagen de la Virgen sedente con Niño del siglo XIII, llamada tradicionalmente Nuestra Señora la Calva; el del lado de la Epístola alberga una escultura del Crucificado. El retablo mayor es del siglo XVIII y fue ejecutado según trazas de Ventura Rodríguez.
La Catedral cuenta con varias capillas, en algunas de las cuales se encuentran tallas y pinturas de destacado interés. La capilla de San Juan es de las más antiguas, del siglo XIII, y alberga el monumento funerario gótico del doctor Juan de Grado. La capilla del Cardenal fue fundada por Don Juan de Mella y confirmada bajo la advocación de San Ildefonso. Ofrece especial interés en ella el retablo pintado por el salmantino Fernando Gallego, hacia 1466, en estilo hispanoflamenco y uno de los más importantes que se conservan.

La portada del Obispo, abierta en el brazo meridional del crucero y frente a la puerta Óptima o de Olivares, donde afluía la Vía de la Plata, trae a la memoria las de Angulema y Aulnay, aunque también esté relacionada con las catedrales de Compostela y Ávila y la portada de San Esteban de la mezquita de Córdoba, singular crisol donde se mezclan muchas levaduras del arte medieval hispano. Pero lo más singular de la Catedral es su recia torre occidental del siglo XIII y, sobre todo, su hermoso cimborrio gallonado, ornado con torrecillas cilíndricas y frontispicios triangulares, como coqueto saurio que embruja el paso de las aguas del río Duero desde que fue elevado a fines del siglo XII. El claustro clasicista, que sustituyó al tardorrománico original destruido por un incendio, es diseño de Juan de Ribero Rada (1592) y fue construido por Juan y García de la Vega y Juan y Hernando de Nates (1603)
El museo catedralicio, instalado en el ala meridional del claustro de la Catedral, guarda un valiosos conjunto de obras de arte. Destaca sobre todo una inigualable colección de tapices flamencos, de la que son joyas el tapiz de Tarquino Prisco y los cuatro referentes a la guerra de Troya. Éstos últimos fueron confeccionados en el último tercio del siglo XV en Tournay. Se caracterizan por su perspectiva plana, su horror al vacío y el abigarramiento y realismo de las figuras ricamente ataviadas, envueltas en acciones trepidantes y sangrientas.

Quienquiera que fuese el artífice, podemos asegurar que venía de afuera, traído acaso por el susodicho Bernardo; más, aunque pueda suponérsele francés, hubo de recibir de Oriente no pocas enseñanzas, aquéllas que cultivaron los constructores de iglesias idos a Tierra Santa con los Cruzados, o más bien de los que trabajaron al servicio de los normandos en Sicilia. (Manuel Gómez Moreno, Catálogo Monumental de España. Provincia de Zamora (1903 – 1905), 1927)