Puerta de Doña Urraca

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Puerta de Doña Urraca y Castillo de Doña Urraca

Siglo XII

De las famosas defensas de Zamora que le dieron el título de la bien cercada perduran aún muchos vestigios. Desde finales del siglo IX hasta bien entrado el XIII se van construyendo los lienzos y los cubos de los tres recintos que sucesivamente la amurallaron. Del primitivo recinto, defendido por tres castillos, aún puede apreciarse su trazado en la parte alta de la ciudad.

En todo lo que hoy puede admirarse, más que el valor en sí como fortificación predomina el valor histórico, presente en cada rincón de la ciudad vieja, mezclado muchas veces con romance y leyenda.

Zamora. Puerta de Doña Urraca
Puerta de Doña Urraca

En la parte norte se conserva la Puerta de Doña Urraca, del siglo XII. Antes llamada Puerta de Zambranos, o Puerta de la Reina, la tradición cuenta que el actual nombre de Puerta de Doña Urraca viene del desmigado escudo que campea encima, pero éste está tan erosionado que resulta imposible de datar y apenas se puede distinguir un busto bajo una serie de arquillos. Concluir que este busto representa a la reina Urraca carece de rigor histórico. No en vano, algunos historiadores han tratado de identificar el rostro con el príncipe omeya Ahmed ben Muawiya, cuya cabeza colgó Alfonso III de las puertas de la ciudad tras la campaña de 901. La Puerta de Doña Urraca está flanqueada por sendos cubos muy restaurados, macizos bloques que hacen de muletas a un triple arco de medio punto que data del siglo XIII.

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Hay poco que ver en Zamora, si se exceptúa la catedral y las ruinas del palacio de Doña Urraca, una infanta que vivió en el siglo XII y que desempeñó un importante papel en el romancero del Cid. Su nombre es tan popular en el país como el del héroe castellano. Si hemos de creer a la tradición, a su palacio acudieron cinco reyes árabes a traer un tributo al Campeador, después de habérsele sometido, y le besaron las manos, saludándole con el título de Sidi, que significa en árabe señor, palabra de la que los españoles han hecho Cid. (Jean-Charles Daviller, Viaje por España, 1862)