Puerta del Obispo y Palacio Episcopal
Siglo XII
De las famosas defensas de Zamora que le dieron el título de la bien cercada perduran aún muchos vestigios. Desde finales del siglo IX hasta bien entrado el XIII se van construyendo los lienzos y los cubos de los tres recintos que sucesivamente la amurallaron. Del primitivo recinto, defendido por tres castillos, aún puede apreciarse su trazado en la parte alta de la ciudad.
En todo lo que hoy puede admirarse, más que el valor en sí como fortificación predomina el valor histórico, presente en cada rincón de la ciudad vieja, mezclado muchas veces con romance y leyenda.
En el lienzo sur de la muralla se haya la Puerta del Obispo, de sencillo arco de medio punto. Hasta esta Puerta, documentada ya en 1085 como Puerta Óptima o de Olivares afluía la calzada romana procedente de Mérida, cruzando el Duero por el Puente Viejo y ascendiendo hasta el recinto fortificado más antiguo de la bien cercada, rumbo a la catedral y el Carral Maior (posteriormente rúa del Mercadillo y de los Francos), camino de la Puerta Nueva.
La actual puerta y la lápida que sobre ella se conserva en parte fueron construidas o arregladas en la forma actual por el ilustre zamorano D. Alfonso IX con la indicada fecha (1230) y motivo de la valiosa y heroica ayuda que le prestaron los zamoranos en las conquistas de Cáceres, Montánchez, Badajoz y especialmente en la de Mérida, cuyo puente pasaron aquellos los primeros, por lo que el rey les otorgó por blasón el puente que hoy se ve en su escudo de armas. (Ursicino Álvarez Martínez, Zamora Ilustrada (1883))
Apoyándose sobre la Puerta del Obispo se alza el Palacio Episcopal. Aunque el patio cuadrangular del interior, con bastantes reformas a sus espaldas, date del siglo XV, la traza general del edificio fue realizada durante la segunda mitad del siglo XVIII gracias a la munificencia del Obispo Cabanillas. Lo más llamativo es su mimada fachada abierta al norte, de garbo manierista e ínfulas de tratado de arquitectura despliega un arco triunfal bícromo entallado de pizarra con juego de placados y dameros, todo ello ajustado en rigurosos orden corintio: Corona con frontón semicircular partido y cimera triangular, además de colgar balcones de gran prestancia pétrea y engatillado de forja. Desde la margen del río se aprecia su hermosa galería acristalada, abierta al mediodía.
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El edificio construido de nueva planta por el Sr. Cabanillas, que es, como se ha dicho el actual, si no es uno de esos palacios suntuosos, llena muy bien las necesidades del servicio a que se le destina, cuenta con buen número de habitaciones y dependencias, con una cámara episcopal, espaciosa y de respeto, y su fachada principal reviste un agradable carácter; sobria de adornos, no es sin embargo desairada, aunque ofrece a la vez ese carácter de seriedad perfectamente adecuado al que representan sus venerables habitadores. (Ursicino Álvarez Martínez, Zamora Ilustrada (1882))
A muy poca distancia, en la fachada meridional del crucero de la Catedral de Zamora se abre la también denominada Puerta del Obispo.
Con columnas sobre plintos estriados, florones cóncavos con una especie de alcachofas centrales y cinco arquillos ciegos de medio punto superiores, la Puerta del Obispo es la obra señera del románico zamorano. Los tímpanos dispuestos en el interior de los ventanales ciegos laterales acogen relieves con Pedro apóstol y Juan Evangelista, una Virgen entronizada entre ángeles incesantes; además del busto de un hombre barbado y un dragón descabezado, apuntando hacia el estilo derivado de la portada occidental de la basílica de San Vicente de Ávila.
Peros sus columnas estriadas, que llegan hasta el tejaroz, y los florones cóncavos inscritos en una placa cuadrada no se entenderían sin el recuerdo del coro realizado por el taller del Maestro Mateo en la Catedral de Santiago de Compostela.